El Padre Santo Domingo tenía una
gran confianza en la misericordia de Dios, en favor suyo y en bien de todos los
pecadores. En ocasiones no podía contener su voz y los frailes le escuchaban
decir: “A Ti, Señor, te invoco, no seas sordo a mi voz, no te calles (Sal 27,
1) así como otras palabras por el estilo de la Sagrada Escritura.
Oremos: Señor Jesús, concédenos a todos un
amor lleno de dulzura, un amor lleno de fuerza, un amor lleno de sabiduría,
para vivir con gozo nuestra profesión dominicana en el seno de la Iglesia. Ayúdanos a contemplarte en la oración con
corazón limpio. Haz de nosotros servidores y testigos luminosos de la Verdad
para que Ella habite en nosotros y nos vivifique. Que María, Madre de
Misericordia, vuelva a nosotros su mirada compasiva y Santo Domingo, Nuestro
Padre, nos una a los Santos. Tú que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
2º. Confiaba en María, Reina y Madre
de la Misericordia.
La especial devoción que Santo
Domingo aconsejaba a sus fieles y a sus hijos era la devoción mariana, que cultivó con ternura y
nos dejó como herencia preciosa. Sentía un afecto vivo, puro y dulce hacia la
Madre de Dios.
En una
visión , encontrándose él llorando por no ver en el Cielo a ninguno de sus
hijos, “la Santísima Virgen abrió el manto con que aparecía vestida y lo
extendió ante Santo Domingo; a él le pareció tan grande, que le dio la
impresión de que podía dar cabida a toda la Patria celeste; y debajo cobijaba a
una gran muchedumbre de hermanos. Entonces Santo Domingo se postró y dio
gracias a Dios y a su Madre.
Vuelto en
sí, se apresuró a tocar a maitines, terminado el cual convocó a los frailes y
les predicó un magnífico y bellísimo sermón, exhortándoles al amor y devoción
hacia la Santísima Virgen María”.
Además, “Fray Domingo, que se gozaba
en las tribulaciones, alababa y bendecía al Señor, cantando en alta voz el
himno Ave Maris Stella, Salve, Estrella del mar”.
Oremos…
3º. Misericordioso con los
hambrientos y sedientos; con el forastero y el que está desnudo.
“Por el tiempo en que continuaba estudiando
en Palencia se desencadenó una gran hambre por casi toda España. Entonces él,
conmovido por la indigencia de los pobres y ardiendo en compasión hacia ellos,
resolvió en un solo acto obedecer los consejos del Señor, y reparar en cuanto
podía la miseria de los pobres que morían de hambre. Vendió pues los libros que
tenía, aunque le eran muy necesarios, con todo su ajuar fundando una cierta
limosna; distribuyó y donó lo suyo a los pobres (Sal 119, 9)”.
“En muchas ocasiones multiplica los panes para
atender las necesidades de la comunidad. Y hace no solamente milagros para lo
necesario, sino también para dar a sus hijos lo agradable y lo superfluo.
Recordemos el locutorio de San Sixto, donde hizo circular entre los hermanos y
hermanas una copa milagrosa llena de vino donde cada uno, a su gusto, pudo
apagar su sed sin que el contenido se agotara”.
Oremos…
4º. Misericordioso con los frailes.
“No solamente la condescendencia de
Santo Domingo provee a las necesidades de sus hijos, sino que aparece también
plenamente misericordiosa con sus mismas debilidades. Así, en Prulla, el día de
la dispersión de los Hermanos, enviados a través del mundo para predicar,
fundar conventos, y ello sin recursos y sin dinero, uno de ellos, Juan de
Navarra se rehúsa a partir en tales condiciones. Emocionado al ver a un fraile
predicador tan poco confiado en la Providencia, Domingo se pone a llorar y se
arroja a los pies de este hijo de tan poca fe, pero en vano: no puede vencer su
obstinación y finalmente, apiadado de tanta debilidad, le hace dar doce
denarios. ¡Verdadera misericordia de un corazón de Padre! Vayamos pues a él con
la más entera confianza.
Oremos…
5º. Misericordioso dando consejo y
enseñando.
“…de sus labios brotaban siempre
palabras edificantes acompañadas de muchos ejemplos con los que persuadía a
quien le escuchaba para amar a Cristo y despreciar lo mundano.
Su conversación diaria estaba siempre
llena de temas santos, porque las palabras de aquel cuyo corazón estaba siempre
pendiente de Cristo no se desprendían por casualidad. En todas partes, con
palabras y obras, se comportaba como varón evangélico”.
“Cuando iba de camino, predicaba a
los que se le agregaban en el viaje, y les exhortaba a obrar bien y a la
práctica de la penitencia”.
Oremos…
6º. Misericordioso con los tristes y
con quienes lo habían ofendido.
“Fue consolador de los frailes en
sumo grado, así como de cuantos se encontraban en tribulaciones y atormentados
en su espíritu”.
“El día lo consagraba al prójimo, y
la noche a Dios, pues sabía que el Señor desea el día para la misericordia y la
noche para la alabanza”.
Oremos…
7º. Misericordioso al soportar con
paciencia a las personas molestas.
“En cierta ocasión, cuando le
preguntaron por qué no vivía más a gusto en la diócesis de Toulouse que en la
de Carcasona, contestó: Porque en la diócesis de Toulouse son muchos los que me
quieren, mientras en la de Carcasona todos me desprecian”.
Oremos…
8º. Rogaba a Dios por los vivos y por
los difuntos.
La
Eucaristía es el centro y el culmen de nuestra vida. Allí, Nuestro Padre Santo
Domingo ofrecía la Víctima Inocente y con ella, su propia persona.
Este era el
lugar privilegiado donde, ejerciendo su sacerdocio, imploraba misericordia para
los vivos y para los difuntos.
“El día lo
consagraba al prójimo, y la noche a Dios, pues sabía que el Señor desea el día
para la misericordia y la noche para la alabanza. Sus ojos eran pozos de
lágrimas… De día, sobre todo cuando celebraba cotidianamente la Eucaristía; de
noche, cuando se entregaba más que nadie a orar sin cesar. Frecuentemente,
cuando elevaba el Cuerpo del Señor en la Misa, su mente quedaba tan extasiada
como si viera allí presente a Cristo Encarnado, que durante mucho tiempo no
celebró Misa ante los demás”.
Oremos…
9º. - ¿Qué pides?
- La Misericordia de Dios y la
vuestra.
De una Carta de Fray Carlos
Azpiroz costa, ex M. O.
“…obœdire (obedecer) está
íntimamente conectado en nuestra tradición con la escucha (obaudire). ¡Será por
eso que el voto de obediencia es el único voto que se expresa en la fórmula de
profesión! Recordarán en la Biblia el pasaje en el cual Elí –sacerdote del templo
de Jerusalén- no se da claramente cuenta al principio que el Señor está
llamando a Samuel (tampoco este último se da cuenta). Cuando El se percata de
esto, no pretende ser interlocutor del Señor, o intermediario suyo ante Samuel;
simplemente anima al jovencito a estar atento, a escuchar lo que Dios quiera
decirle. Después, humildemente le pedirá que le trasmita qué es lo que le ha
dicho el Señor. Esa es la función de toda autoridad en la Orden: escuchar a
Dios, escuchándolo y haciéndolo escuchar a través de la voz de los hermanos,
los frailes. Estamos convencidos de que escuchando a los hermanos escuchamos la
voz de Dios. Por ello también hay una íntima conexión entre el VOTO que
profesamos (voto de obediencia) y las manos alzadas expresando un SÍ o un NO, o
las papeletas con nombres como expresión del VOTO de cada fraile cuando se
deciden, definen, tratan cuestiones o se elige un hermano para determinado
cargo. El “fratres, votemus” que tantas veces se escucha de labios del
presidente o secretario del Capítulo general, desde el mismo origen de la
Orden, expresa vivamente el sentido del VOTO de obediencia que nos une
personalmente al Maestro de la Orden. Nos comprometemos también a obedecer esas
leyes que votamos y a esos hermanos a los que elegimos también por nuestro
voto. Santo Tomás, dominico, exhortaba a un hermano estudiante a aprender la
verdad viniese de quien viniese, a intentar retener en la memoria todo lo que
lo condujese a la Verdad… Así recogía la semilla que San Justino había ya
sembrado hablando justamente de las “semillas del Verbo” presentes, germinando
antes que el Verbo se hiciese carne… (eran sus semillas). En esta línea un
agudo periodista dirigía a Yves Marie Congar OP una certera pregunta: “¿Ha sido
usted un buen dominico?”… El gran teólogo sorprendió sin duda a su interlocutor
con una respuesta un tanto rápida si acaso él esperaba una más ponderada y
sopesada reflexión: “¡Sí! … he amado la verdad como se ama una persona”. En
efecto todo aquello que nos habla de la persona amada lo amamos, lo buscamos,
porque nos lleva a ella de alguna manera. No olvidemos que el último “sermón”
de Santo Tomás, ya en su lecho de muerte, en Fossanova, Terracina, ¡ante el
pedido de los monjes que lo rodeaban! fue un comentario al Cantar de los
Cantares Escuchar, discutir, dialogar, seguir dialogando, votar… ¿No puede
llevarnos esto a cierta anarquía o desintegración? La Orden –más allá de las
circunstancias del tiempo y del espacio- ha recibido una gracia de Dios muy
especial: la de conservar su unidad en casi 800 años de vida.
Finalmente, que la
contemplación de los misterios del Rosario nos ayude a todos a alabar, bendecir y predicar a través de esta devoción la misericordia infinita
del Padre que ha mirado nuestra miseria. Esta gracia provoca en nuestros
corazones una gran alegría. Una alegría que, como Jesús mismo prometió en la
última Cena, nadie podrá quitarnos.
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