Más allá del horizonte, donde se juntan
el cielo y la tierra…
40 años de vida contemplativa dominicana en Mendoza
La mirada serena de Domingo,
acostumbrada a la geografía lineal que apunta al infinito, a la luz y a la sequedad de los campos de Castilla, hoy
se vuelve y se detiene complacida. Sigue las huellas del Sembrador, que abre su
mano providente y fecunda arrojando la simiente en tierra americana. Son
“hermosas y maduras” las manos de Jesús en el surco y en la mies: y Domingo las
contempla porque quiere que esas semillas sean raíces y que el árbol continúe floreciendo, más allá
del horizonte.
Corría
el año 1970. Nuestras hermanas
fundadoras tenían delante de sí un horizonte enorme, donde se juntan el cielo y
la tierra. Sin conocer qué había detrás, zarparon rumbo a América. Dejaban la
tierra que las vio nacer, su amada España, para seguir e imitar a Jesús,
siempre obediente a la
Voluntad del Padre. Sabían muy bien que el grano de trigo que
cae en tierra y muere da mucho fruto. Y se ponían en las manos del Señor, Quien
les había pedido ser semilla, comunidad fecunda en otro campo, en otra
“plantación” o “campo de Dios que es la
cristiandad de Mendoza”, como les escribía el Padre Llamera en una carta.
Recién
en 1972 pudieron establecerse en el convento construido para ellas, en El
Borbollón. Era el día 2 de julio y en la Santa
Misa de inauguración el entonces arzobispo de Mendoza,
Monseñor Olimpo Santiago Maresma decía: “Hoy ha llegado la bendición, la
salvación a esta casa, a nuestra ciudad, a nuestra arquidiócesis, a toda la
zona de Cuyo, con la venida de estas religiosas, que tienen la misión en la Iglesia de hacer presente
a Jesús orando en el monte. (…) La Iglesia
Cuerpo místico de Cristo necesita sí de apóstoles, pero sobre
todo necesita de almas que continúen la misión de Jesús orante, de Jesús
adorador del Padre, de Jesús haciendo penitencia por nosotros los hombres. Y
estas religiosas vienen a cumplir en nuestra diócesis esta misión: oración y
penitencia”.
Hoy,
después de cuarenta años, estamos celebrado intensamente estos acontecimientos
en comunidad. Los festejos comenzaron el 2 de julio. En la Eucaristía de ese día
elevamos nuestra profunda acción de gracias al Señor porque “ha estado grande
con nosotras” y porque es Él Quien lleva adelante esta obra. Por la tarde, la
comunidad y el Noviciado nos reunimos para compartir una merienda fraterna, en
la cual Sor Pilar, Sor Asunción y Sor Presentación nos refirieron cómo vivieron
aquellos años de Forcall, cuando la
Voluntad de Dios iba marcando otro sendero: el del éxodo. Fue
muy hermoso escucharlas decir con sencillez: “Si nos hubiéramos quedado
seríamos ahora sólo tres, las que estamos”. Hubo lágrimas, risas, recuerdos. ¡Cómo
no recordar pues a nuestras monjas fundadoras que ya partieron a la Casa del Padre y que con
tanto fervor nos inculcaban a las monjas más jóvenes el amor a la Orden, a la Federación y a la
comunidad!
No
sólo mereció la pena, sino también la alegría, y con esa profunda alegría
deseamos seguir siendo semillas en las manos del Agricultor Divino, JESÚS.
La
celebración oficial se llevó a cabo el domingo 29 de julio. La Eucaristía fue
presidida por nuestro Padre Obispo, Monseñor José María Arancibia.
Concelebraron con él el Padre Prior del convento de Mendoza, Fr. Fernando María
Reta, O.P.; Fr. Carlos María Izaguirre. O.P.; y dos sacerdotes del clero: los
Padres Diego Resentera y José Antonio Álvarez, este último, de la diócesis de
San Rafael y terciario dominico. Acolitaron además Ignacio y Eduardo, dos
jóvenes seminaristas de la diócesis.
Durante
su homilía, Monseñor volvió a recordar a la comunidad lo que le dijera en 1997,
al cumplirse el 25º aniversario: “Como
actual Obispo, quiero ofrecer de corazón al Monasterio un singular regalo: las
confidencias espirituales de una iglesia particular en marcha; porque todos
confiamos -más que nunca- en el carisma de las monjas de esta Orden, dedicadas
al testimonio evangelizador y a la oración constante por la evangelización; por
dicho carisma se enriquece la vida de esta diócesis, en su constante
peregrinar”.
Después
de la celebración eucarística saludamos a nuestros amigos y bienhechores en el locutorio.
Llegaron además nuestros hermanos del convento, quienes por coincidir los horarios, no pudieron asistir a la Misa de casa. Ellos eran Fr.
Juan Pedro Gómez, O.P.; Fr. Domingo Cosenza, O.P. y Fr. Juan José Baldini,
O.P. Con ellos y los demás frailes
compartimos el almuerzo en un clima muy hermoso de fraternidad.
Es
motivo de acción de gracias la presencia cercana y cotidiana de los frailes en
nuestro monasterio: su predicación, su vida y ministerio muy vinculados a
nuestra misión en la Orden.
Un verdadero don, que como dice una de las monjas fundadoras,
es “regalo del Señor por todos los años que pasamos en Forcall sin poder ser
asistidas por ellos, debido a las grandes distancias que nos separaban”.
Todavía queda, dentro del cronograma de
celebraciones, el homenaje a nuestras fundadoras…
Detrás
del horizonte, donde se juntan el cielo y la tierra, las esperaba la
Vida. La savia del árbol hoy corre suave y fecunda, a
impulsos de un solo corazón y una sola alma en Dios.
Sentado
al pie de la Cruz
, Nuestro Padre Santo Domingo contempla el inmenso horizonte, rebosante de luz.
La geografía sigue apuntando al
infinito, al Cielo, hacia donde vamos en peregrinación comunitaria. Mientras
tanto un altar; y un cáliz que se eleva todos los días POR ÉL, CON ÉL Y EN ÉL.
Expresión del Único Amor que nos reúne: JESUCRISTO.
Comunidad de MM. DD. de Mendoza
Un cariño grandeeeeeeeeeeeeeee!!
ResponderBorrarEspero poder pronto ir a visitarlas!!! Feliz día de la Inmaculada!!!
Rezamos a la par!!!
María Sol
Que belleza hermanas........gracias por tantoooooooo!!
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