BREVE RESEÑA HISTÓRICA DEL MONASTERIO “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO” DE MONJAS DOMINICAS CONTEMPLATIVAS. ARQUIDIÓCESIS DE MENDOZA (ARGENTINA)
FUNDACION DEL MONASTERIO “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO” EN FORCALL (ESPAÑA) Y SU TRASLADO A MENDOZA (ARGENTINA)
Forcall es un pueblo situado al noroeste de la
provincia de Castellón, perteneciente
al antiguo Reino de Valencia. Dista 110 km de Castellón y 175 km de Valencia.
Pertenece a la diócesis de Tortosa, y
está cobijado bajo la maternal protección de la Virgen de la Consolación y bajo el patrocinio
de San Víctor Mártir. Contaba con una población de alrededor de 2.000
habitantes en 1886 y en la primera mitad del siglo XX con unos 800.
Forcall es notable por sus numerosos hijos,
dedicados al servicio de la
Iglesia, de su término
han salido, contando solo hasta 1986,
unos 24 sacerdotes y unas 15 religiosas.
Una de
las primeras familias forcallanas fueron
los Fort, que figuran en Forcall desde el tiempo de la Reconquista. El
fundador era un noble de Urgell, estimado por el Rey por ser un fiel servidor
en la lucha contra el moro. Tenía en Forcall un palacio hoy apenas reconocible
después de muchas modificaciones sufridas, que da a la calle de la Pelota; llamada también antiguamente Calle de Fort.
Un
descendiente de esta familia fue Juan Fort, que además de ser un gran Alcalde se destacó como negociante y “mercader”. Fue
muy amigo y estuvo vinculado a la casa
de los Berga, otra noble familia forcallana originaria de Gascuña, Francia. Fueron socios
en los negocios. Lo que hoy es aún vivienda de la familia
Palos, detrás de las naves de la fábrica de fajas,[1]
fue desde principios del siglo XVI, Castillo-residencia del poderoso noble
forcallano, Don Blas Berga, que se dedicaba al comercio de grano al por mayor
y que fue recaudador de
Diezmos que el pueblo daba a la Iglesia de Tortosa.
Un miembro de la familia Fort llamado
Baltasar, nacido en Forcall en 1564, fue dominico. Entre el Obispo de Orihuela,
que también era Dominico, y Baltasar Fort influyeron sin duda alguna en Don
Blas Berga, para que fundara el Convento de Dominicos de Forcall. Este lo
planificó cuidadosamente y lo dotó espléndidamente y tan ilusionado estaba con
su futura fundación que, a pesar de tener sepultura en Valencia y Cinctorres,
ordenó se le enterrara, bajo el presbiterio de
su Convento forcallano, pero no
vió ni siquiera comenzadas las obras ya que murió en Valencia el 20 de enero de
1609, sin descendencia aunque se casó
dos veces.
Todo se hizo con gran celeridad ya que en agosto de ese mismo año ya se tenía el permiso
del Obispo de Cinctorres; en el Capítulo General Dominicano de 1611 celebrado
en París se aprobó la fundación del Convento de Forcall y en 1612 ya estaba en marcha su construcción.
El convento era espacioso, (podía dar cabida a
10 frailes), de forma claustral y
recogido. La iglesia tiene 120 palmos de longitud y 28 palmos de ancho
en la nave central. Tenía un retablo Churrigueresco de 35 metros de altura que
tardó en dorarse un año y medio y que fue destruido durante la Guerra Civil en 1936.
El campanario tiene 100 palmos de altura
(22, 50 metros).
Tenía también un hermoso retablo lateral de Nuestra señora del Rosario con
todos los misterios, que también fue quemado durante la guerra.
El
Convento estaba ubicado en una finca de los Berga llamada “la Tanzada”, a la salida de Forcall,
camino de la Todolella,
junto al río Cantavieja y se erigió con el título de San Blas, ya que este era el Santo de su fundador. Este quiso
que el convento perteneciera a la Provincia Dominicana
de Valencia, para que la lengua fuera un vínculo más de comprensión con los forcallanos y exigió que en él se
enseñara Gramática y Filosofía, es decir que fuese casa de formación, para que los forcallanos que no pudieran
desplazarse a otros centros tuvieran acceso a este tipo de estudios.
El
fundador quiso que las tierras interiores al convento tuvieran derecho de riego
y ordenó comprar un campo, para que una fuente de agua potable estuviera dentro
del recinto conventual.
Sabemos
que por la desamortización de Mendizábal,
de 1835 a
1836, el gobierno suprimió muchos conventos e incautó sus edificios, no así las
iglesias que pasaron a pertenecer a los Obispados. Muchos sacerdotes y
religiosos tuvieron que dejar su patria y llegaron a nuestras tierras y las
evangelizaron. Uno de los conventos de frailes suprimidos por el gobierno fue
precisamente el de los frailes dominicos de Forcall. Todos los frailes de este
Convento fueron martirizados, despeñándolos desde una altura; solo se
salvó el Padre Tomás O.P que era forcallano y que logró esconderse.
Nunca
más se pudo reabrir el Convento Dominicano de Forcall, y aunque se pidió a la Reina Isabel II[2] que enviara frailes, ella respondió que no era
posible por no haber suficientes, pues muchos habían muerto en la persecución
antedicha. A pesar de este intento
fallido siempre quedó en la Villa el deseo de recuperar
la presencia dominicana en medio de ella.
En el
año 1886 se celebró solemnemente el 2° Centenario de la llegada de las
reliquias de San Víctor al pueblo. La celebración solemne de este
acontecimiento trajo consigo una renovación espiritual muy intensa en los
pobladores de Forcall y como
recuerdo de ello, una señora muy cristiana y poseedora de fortuna, formalizó la
adquisición de parte del antiguo convento de los padres dominicos y ayudó con
sus bienes materiales a la fundación de un Monasterio de Dominicas, que
supliera la presencia de los frailes en la Villa.
Fue Doña Carmen Palos Llop quien consiguió
del Obispado de Tortosa la fundación del Monasterio y la devolución de la
iglesia, bajo la dirección del entonces Obispo coadjutor Rvdo. Don Ramón Bruño
Escorihuela. Adquirió la huerta, una parte del Convento –la antigua hospedería-
y la dispuso para residencia de la comunidad.
Tuvo lugar la fundación el día 25 de julio
de 1888, Solemnidad de Santiago Apóstol, Patrono de España, cuando era
Papa S.S. León XIII, y cuando reinaba en
España la Reina Doña
María Cristina, quien gobernaba como Regente, ya que el Rey Don
Alfonso XIII no tenía la mayoría de edad.
Las seis monjas fundadoras provenían del
Monasterio “Corpus Christi” de Villareal, fundado éste por la Venerable Rvda.
Madre Inés de Sisternes y Oblites O. P. en 1639. Las monjas fundadoras eran:
Sor Josefa María de San Manés Miralles
Monterde O. P. Priora, Sor Rosa de San Pedro Apóstol Domenech Gil O. P., Sor
Imelda de Santa Teresa Manero Arrufat O. P.,
Sor María Ángela Domenech de Santa Juana de Aza Doménech Lecha O. P., Sor Filomena del Corazón de María
Vicente Vicente O. P. y Sor Francisca de los Ángeles Ballester Boix O. P.,
monja de obediencia. Eran muy pobres de bienes materiales y muy observantes. Se
organizó una procesión con el Santísimo Sacramento desde la Iglesia Parroquial
hasta la Iglesia
del Monasterio con asistencia del clero, las autoridades civiles, multitud de
fieles y las monjas.
El 4
de agosto del mismo año, día en que
anteriormente se celebraba la
Solemnidad de Nuestro Padre Santo Domingo, ingresaron en el
Monasterio cuatro postulantes y ante la nueva situación que se les planteaba, la Sra. Carmen Palos Llop
adquirió de Don Pascual Gil Guardiola todo el Convento, para que la Comunidad pudiera vivir
en un lugar espacioso y apto para la vida claustral.
La vida de este Monasterio fue
desarrollándose según el carisma de Santo Domingo, hasta 1936. A las veintiuna horas
del día 25 de julio de ese año, al cumplirse los 48 años de su fundación, las monjas se vieron
obligadas a abandonar la clausura y refugiarse en casas de sus familiares, para
no perder la vida. Era Priora la
R. M. Sor Pascuala de Santa Catalina O. P.
El Capellán, Pbro. Don Pedro Plana, un
hermano religioso, un sobrino, y dos monjas , ocultaron antes de salir del convento, algunos
ornamentos, imágenes, candeleros, etc., haciendo un acto de valentía ante tan
críticas circunstancias. Se les había dado libertad para sacar cuanto
quisieran, pero más tarde el Frente Popular requisó todo, dejando aparte todos
los objetos religiosos y de culto. Antes de partir, la Comunidad reunida en la Iglesia, recibió a Jesús
Eucaristía y el Monasterio quedó solitario, y vacío el Sagrario. El Padre Pedro
Plana, fue fusilado el 29 de septiembre
del mismo año, después de su arresto.
Los
objetos piadosos fueron arrojados desde una ventana y quemados el 15 de
agosto, y el edificio se convirtió en vivienda de refugiados que venían de
otros lugares. La Iglesia
conventual fue destinada para comedias y bailes, sirviendo el presbiterio de
escenario. Después de la liberación, fue destinado para acuartelamiento de las
tropas. El estado del edificio del Monasterio no sufrió grandes desperfectos,
pero la Iglesia
fue despojada de altares e imágenes y destruido el púlpito.
El Rdo. Padre Don Manuel Milián, que era el
párroco de Forcall, puso gran empeño para que la Comunidad tuviese medios
suficientes para reiniciar su vida claustral y con la ayuda del Sr. Alcalde Don
Antonio Peñarroya Dolz, consiguieron que fuese recuperado el Monasterio. El 25 de marzo de 1939, reanudaron las monjas su vida regular.
Con presencia del Ayuntamiento y numerosos fieles, se celebró la Santa Misa, terminada
la cual las monjas que formaban la
Comunidad pudieron recomenzar su vida consagrada en el Monasterio.
La Madre Pascuala
había muerto en ese tiempo de exclaustración.
El período de la post-guerra fue muy duro
para la Comunidad,
como para todas las existentes en España: al estado deplorable del edificio, se
sumó la escasez de alimentos, la falta de recursos económicos, la dificultad de
conseguir un trabajo rentable y la dureza del clima de aquellos inviernos. Pero
Dios seguía llamando a muchas jóvenes a consagrarse totalmente a El en una vida
de seguimiento de Jesús pobre, casto y obediente, por medio de la oración y la
penitencia. Los monasterios pronto se encontraron con una riqueza humana jamás
soñada.
Ya en 1965, debido a la falta de atención
espiritual adecuada del Monasterio,
a la lejanía de centros urbanos y al estado verdaderamente ruinoso del
edificio, se estimó necesario el traslado de toda la Comunidad. En esa Villa, la vida del Monasterio no tenía
futuro. El día 9 de agosto de 1965 la Priora Federal de la Federación “Inmaculada
Concepción”, la Rvda. Madre María Teresa
Muñoz Garde O.P. y su Consejo, habiendo estudiado el caso, decidieron el
traslado.
Es
así que el día 2 de octubre de 1966 a las seis de la
mañana, festividad de los Angeles Custodios y día también en que celebraban a la Virgen del Rosario, a los
78 años de su fundación, se cerró definitivamente el edificio del Monasterio,
con la esperanza firme de su apertura en el sitio donde Dios les tenía
predestinado. La Comunidad
se trasladó a vivir en el Monasterio de
“Nuestra Señora de la
Consolación” de Játiva, que le abrió generosamente sus
puertas y su corazón, a la espera de hallar el lugar donde Dios la quería.
A
pedido expreso del Obispo de Tortosa, Don Manuel Moll y Salord, la Comunidad no debía ser
dispersada en otros monasterios de la Federación. Fueron
momentos dolorosos y difíciles los que precedieron a la salida de la Comunidad, ya que todo
el pueblo forcallano sentía que se fueran para siempre “sus monjas”. Con suma prudencia,
habían mandado todo el equipaje previamente. El día anterior el Sr. Capellán
distribuyó la Eucaristía
a toda la Comunidad
y con el sagrario vacío, pasaron las últimas horas de ese día y toda la
noche... Del libro de la crónica se recogen estas frases, que reflejan cómo vivían esta situación previa a
su inminente partida:
“momentos de gran trascendencia en la Comunidad, pero vividos
con una naturalidad tan sobrenatural, admirable, siendo esta la causa de
prepararlo todo con una paz inalterable, difícil de expresar. Todo sigue su
curso: coro, trabajo, vida de comunidad, todo. Y es que cuando se hace en cada
momento lo que Dios quiere, nada turba, y todo se hace con paz. Todo es don de
Dios”.
Pareció encontrarse en Gandía un Convento
en construcción que pertenecía a los Padres Jesuitas. Las diligencias para que les fuera concedido iban bien, hasta
el punto que la Comunidad
adquirió una sillería para el coro del nuevo Convento. Pero poco tiempo después
del primer ofrecimiento todo quedó en nada después de un cambio de superiores
en la Compañía.
Entretanto, el Padre Asistente de la Federación de la Inmaculada Concepción,
Fray Marceliano Llamera O.P., viajó a Buenos Aires y visitó a la Comunidad del Monasterio “Santa Catalina de Siena” y
conversando con la Rvda.
Madre Priora Sor María
Jesús Franco Pomares, O.P., se enteró que los frailes del convento “Santo
Domingo en Soriano”, de Mendoza, pedían y deseaban una fundación de monjas dominicas
en dicha Arquidiócesis, cuyo Patrono era precisamente el Apóstol Santiago. Al
regresar a España el Padre Llamera, enterado del fracaso del ofrecimiento de
Gandía, vio providencial el pedido de los frailes; estos eran: R.P. Fray Héctor
Muñoz O.P. Prior del Convento, R.P. Renaudiere O.P., R.P Fray Gerardo Gardiner
O.P. de la Provincia
de Irlanda; R.P. Fray Roberto Arrigoni O.P., el R.P. Fray Aníbal Fosbery O.P.,
el R. P. Fray Michel Ramlot O.P. y el Rvdo. P. Fray Pablo Sorrentino O.P.. A ellos se sumó luego
el pedido formal del Arzobispo de Mendoza,
Monseñor Olimpo Santiago Maresma.
Sólo la fe capacita para ver en los
acontecimientos el actuar de Dios, que siempre pidió a la Comunidad la adhesión
plena a sus designios salvíficos. Es así como el 25 de enero de 1969 reunidas las monjas, la Madre Priora Sor
María Esperanza Vázquez O.P. les leyó la carta del Padre Asistente Fray
Marceliano LLamera O.P, quien les proponía un traslado, para fundar en Mendoza:
“la Iglesia en Argentina necesita almas
contemplativas, focos de oración que como Moisés, eleven oraciones y súplicas
al Señor, a favor de nuestros hermanos argentinos”.
Relata la crónica que la noticia
cayó como una bomba:
“no
esperábamos tal cosa, pues se nos proponía nada menos que un traslado a
América...era algo tan inesperado e inusual en la vida contemplativa, en la que
se ingresaba a un Monasterio para morir en él…”
Se dio tiempo a la Comunidad para pensarlo
antes de tomar una decisión. Se pasaron
angustias e incertidumbres, pero al fin comprendieron que era Dios quien les pedía el traslado y
todas pronunciaron su “fiat” con amor y fe, esperanzadas en el futuro, dejando
toda seguridad humana.
Muchos frailes, sacerdotes amigos de la
comunidad, la Madre
Federal y el Padre Llamera, asistente de la Federación, demostraron
su cariño y adhesión a la empresa cuyo autor
principal era el mismo Dios. En la Misa de despedida en la Casa Federal se le
impuso a cada monja el crucifijo misionero mientras el coro cantaba con entusiasmo “Anunciaremos tu reino,
Señor”.
Se embarcaron en Barcelona, hacia la tierra
prometida... Relata la crónica que sólo
Sor Margarita Cuadrado O.P. salió a cubierta esa noche del 1 al 2 de
noviembre, a contemplar por última vez el panorama iluminado de Barcelona, que
ya no vería más, mientras el barco “Cabo San Vicente” de la empresa Ibarra y Cía.
S.A. zarpaba lentamente rumbo a Buenos Aires.
El 19 de noviembre de 1970 llegaron al puerto de Buenos Aires, siendo
recibidas por el R.P. Fray Domingo Basso O.P., el Padre Manuel Dabón, de la Congregación de San
Camilo, –hermano de Sor Ma. Vallivana- ,
el Padre Vicente Zueco –sobrino de la Rda. Madre Priora Sor María Esperanza Vázquez
O.P.-, la Rda. Madre Sor María
Jesús Franco O.P., Priora del Monasterio de Santa Catalina, y Sor Angela Aparicio O.P, el Sr. Tavelli, síndico
de dicho Monasterio, el Sr. Elvio Brunello y una tía de Sor Natividad Cuadrado
O.P.
Fueron acogidas durante veinte meses por la Comunidad del Monasterio
“Santa Catalina de Siena”, cuyo Capítulo y Consejo habían votado el día Jueves
Santo de ese año, su compromiso de construirles un Monasterio en Mendoza y de
sostenerlas económicamente hasta que la Comunidad pudiera mantenerse por sí misma.
Vendieron la única propiedad que poseía la Comunidad, situada a una cuadra del Monasterio,
sobre la misma calle Viamonte en el centro de la ciudad de Buenos Aires, que
habían recibido muchos años antes como herencia de Sor Ma. Elena Capurro O.P., una de las monjas
de la misma Comunidad.
Componían la Comunidad las siguientes
monjas:
+ Sor María Esperanza Vázquez O.P:, Priora
+ Sor Ma. Rosario
Troncho O.P.
+ Sor Ma. Imelda
Troncho O.P:
+ Sor Ma.
Magdalena Milián O.P.
+ Sor Ma. Gracia
Escuder O.P.
+ Sor Ma. Vallivana
Dabón O.P.
Sor Ma. Concepción Calvo O.P.
Sor Ma. Asunción García O.P.
Sor Ma. Margarita Cuadrado O.P.
Sor Ma. Presentación
Cañueto O.P.
Sor Ma. Pilar Carrera O.P.
Sor Ma. Ascensión Voces O.P.
Sor Ma. Natividad
Cuadrado O.P.
El edificio del Monasterio en la Arquidiócesis de
Mendoza fue inaugurado el 2 de julio de
1972, en el lugar denominado “El Borbollón”.El Padre Llamera, Asistente de la Federación, les
escribió en esa oportunidad:
“Vuestro establecimiento en el nuevo
Monasterio no es un mero traslado local o material, es un verdadero trasplante
o una verdadera plantación de la vida contemplativa en ese campo de Dios que es
la cristiandad de Mendoza...sois elegidas de Dios para personificar y
ejemplarizar ante el pueblo de Dios, en esa latitud cristiana, el más alto
cometido de la Iglesia
que es la comunicación contemplativa, amorosa y suplicante con la Trinidad Divina...”
Años más tarde, y debido a las deficiencias en la
construcción del edificio y a varios
problemas que presentaba el lugar del primitivo enclave del Monasterio, el
nuevo Arzobispo de Mendoza Monseñor Cándido Rubiolo, el Prior Provincial R.P. Fray
Domingo Basso O.P., la Rda.
Madre Sor Ana María Primo Yúfera O.P., Priora Federal, el Asistente de la Federación, el R.P. Dr. Fray Vito Gómez García O.P., animaron
e impulsaron el proyecto del traslado de la Comunidad a una nueva
vivienda, más adecuada para los fines de la misma. Fue inaugurada esta precisamente al cumplirse cien años de su
fundación: el 25 de julio de 1988, en Villa Nueva (Guaymallén), en la misma Arquidiócesis
de Mendoza y construida con la ayuda de la Orden, de otros Monasterios de la Federación, bajo la
dirección del matrimonio de Guillermo y Elena Pose, padres del Rvdo. P. Fray Javier Pose O.P., y con la amistad incondicional de un grupo de
familias, que siempre nos han apoyado.
En la homilía de la última Eucaristía
celebrada en el edificio del Borbollón, el Sr. Mons. Cándido Rubiolo, expresó:
“para esta Comunidad, estos han
sido años de desierto, de prueba, como para el pueblo elegido cuando
peregrinaba de Egipto a la tierra prometida...todo esto que ha significado una
cruz para ustedes, y que lo han vivido unidas al Señor, es para nosotros motivo
de acción de gracias...que el edificio nuevo sea una invitación a una vida
nueva, vida más santa, para que en cada una de ustedes se descubra siempre la
imagen del Señor, el rostro de Cristo”.
En la carta que Santo Domingo Nuestro padre
escribió a las monjas de Madrid, fundadas por él, leemos:
“ya no podéis excusaros de no tener, por la
gracia de Dios, edificios suficientemente idóneos para guardar la religión”...
Es por ello que nuestra Comunidad, por
gracia de Dios, ha tenido no solo el edificio idóneo para dedicarse a su
vocación específica dentro de la
Iglesia que peregrina en Mendoza, sino que:
Ø
en toda la región cuyana ha sido durante muchos
años el primer monasterio dedicado exclusivamente a la oración, al que
siguieron luego la fundación de los Carmelos de Caucete (San Juan) y Luján de
Cuyo (Mendoza); de Monjas Benedictinas en el Suyuque (San Luis) y años más tarde, los Monjes
del Cristo Orante en Tupungato (Mendoza).
Ø
al llegar la Comunidad, la Arquidiócesis de
Mendoza contaba con un solo seminarista, y al año de su llegada, tenía ya
cuarenta seminaristas formándose para el ministerio sacerdotal, lográndose así
un aumento muy significativo a nivel vocacional.
Ø
los fieles de la región, comprendían el valor de
la oración pero no llegaban aún a captar el significado de toda una vida
entregada a la oración, por lo cual fue muy visitada la Comunidad durante los
primeros años de su llegada, por Colegios y demás Instituciones.
Ø
después de la reforma litúrgica que introdujo el
Concilio Vaticano II, el Monasterio fue en la Arquidiócesis un
referente válido al que acudían para consultar y solicitar material litúrgico
sacerdotes, religiosas y seminaristas.
El
traslado de nuestra Comunidad desde el
Borbollón a Villanueva fue interpretada como la llegada a la “Tierra prometida”
después de un largo Éxodo y pensamos que a partir de entonces los designios de
Dios sobre nosotras serían los de todo Monasterio: hacer cada día más ferviente
la adoración y alabanza de Dios, crecer
en santidad, en irradiación apostólica y en número. Pero Dios siguió
desplegando sus misteriosos designios
sobre sus siervas.
En efecto, en noviembre de 1992 se realizó
en nuestro Monasterio una reunión de
Prioras y Delegadas de los Monasterios de Argentina y Chile, a la que asistieron las Maestras de Novicias
de los dos noviciados de los países respectivos: Sor Mónica Romano O.P.
(Argentina) y Sor Ma. Pilar Marco O.P. (Chile) convocadas por la Madre Federal Sor
Ana María Primo Yúfera O.P. y presidida por ella misma. El tema a tratar fue la formación. Como fruto de esta
reunión, el Consejo Federal decidió trasladar el Noviciado Federal Argentino a la Comunidad de Mendoza,
residencia en ese momento de la
Vicaria de la Madre Federal en América, Rev. Madre Sor María Teresa Pont O.P., a la sazón, Priora de nuestra Comunidad. La noticia de
esta decisión del Consejo federal se nos
comunicó el día 3 de diciembre de dicho
año.
Esto fue algo totalmente inesperado para nuestra Comunidad
que respondió pronta y generosamente a
lo que Dios le pedía a través de los superiores, abriendo sus brazos y su corazón al Noviciado
Común, al que tanto quería y con el cual había
colaborado hasta entonces de todas las formas que le había sido posible, y les
cedió parte del Monasterio para este fin.
El
primer grupo de formandas que inauguró
esta nueva etapa del Noviciado Federal Argentino fueron tres profesas: Sor
Sandra López O.P. y Sor Patricia Lucero O.P. (Córdoba); Sor María Dolores
Colombres O.P. (Concepción ) y una novicia:
Sor Analía Silva O.P. (Catamarca); el 7 de marzo de 1994 se incorporó Sor María del Carmen Viveros O.P. (Córdoba).
El día 1 de enero de 1993 recibimos la
visita de nuestro Señor Arzobispo Mons. Cándido G. Rubiolo quien
concelebró con el Padre Prior del Convento de Mendoza Rev. P. Fray Juan Pablo Corsiglia O. P. En su
homilía nuestro Pastor destacó:
“la
importancia del compromiso de recibir al Noviciado y el valor de la entrega
generosa de esta Comunidad al proyecto de Dios”.
Así
es como nuestra Comunidad pasó a ser de solo un Monasterio a una Comunidad Formadora con todas las exigencias y
sacrificios que eso implica, ofrecidos con todo el amor y una entrega
incondicional al servicio de la formación.
La Madre Priora, Sor Ma. Teresa Pont O.P. ofreció su
vida por esta nueva andadura del Noviciado Federal en Mendoza, la cual fue
aceptada por el Señor, pues se le declaró
un cáncer a los dos meses de haber
regresado a España, después de haber concluido
su servicio prioral en nuestra Comunidad en la que permaneció como Vicaria de la Madre Federal hasta la Asamblea Federal, falleciendo unos meses después.
A
finales de 2009, nuevamente el Señor
puso sus ojos en nuestra Comunidad para encomendarnos una nueva
responsabilidad: la
Federación decide unir los dos Noviciados Comunes de Argentina y Chile en uno solo, que se establece en Mendoza, siendo la Madre Federal, Sor
Ma. Teresa Gil O.P. y la Priora
de nuestra Comunidad Sor Carmen Ma. Martínez Gilabert O.P (de Copiapó).,
permaneciendo como Maestra de Novicias Sor Estela Medina O.P., que ya venía
desempeñandose como tal en el Noviciado Federal Argentino. También se
nombró como Submaestra a Sor Lucía Puig
O.P., de la Comunidad
de Concepción.
Las formandas que inauguraron el Noviciado
Federal Latinoamericano fueron: Sor Laura Montané y Sor Mariana Llopart (Mendoza) Sor María
Belén Gigena (Córdoba), Sor Fresia Rojas O.P. (Copiapó), Sor María Del Valle
Rodríguez O.P. (Venezuela), Sor María
Magdalena Caucha O.P. y Sor Heidi Llamoca O.P (Arequipa, Perú); Sor Bernardita
Mardones O. P. y Sor Marcela Pastén O.P. (Linares, Chile); Sor Yelena Gallardo
O.P. (Santiago, Chile) ; Sor María Viejobueno O.P., Sor Viviana Karamatich O.P.
y Sor Florencia Bancalari O.P.
(Concepción, Tucumán) y luego se
incorporó Sor Adriana Sanhuesa O.P.( Santiago, Chile).
Comenzamos así esta etapa latinoamericana,
iniciada ya por la recepción previa en nuestra Comunidad de dos profesas solemnes del Monasterio de
Nuestra Señora Del Rosario, de
Venezuela, Sor María Belén Zambrano O.P. y su hermana Sor María Del Mar
Zambrano O.P, quienes han venido a nuestra Comunidad para completar su
formación.
No sabemos lo que nos deparará el futuro, pero nos abandonamos en la Providencia de Dios
que nos ha conducido siempre tomadas de la mano de María, pidiéndole que en
cualquier circunstancia podamos serle
fieles para que El pueda cumplir plenamente en nosotras su santísima voluntad.
[1] Las fajas son una prenda
masculina hoy en desuso.
[2] Los
Reyes de España, por el derecho que les daba el Concordato concertado con la Santa Sede, tenían
mucha ingerencia en las cosas de la Iglesia. Este privilegio se les había concedido
por todo lo que España había hecho por la fe católica en el Nuevo
Continente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario